lunes, 13 de junio de 2011

Mierda.

Me acabo de dar cuenta que, ayer publiqué algo y hoy misteriosamente (en verdad debe ser más que nada un vil error mio) no está. Y debe ser mejor así. Aarón estaría muy feliz, mientras me retaba podría haberme pegado un combo, uno que me hiciera llorar con ganas y me dejara la cara hinchada, como buscando la absolución de todos mis pecados.
Yo pensaba, yo pienso y yo pensaré muchas cosas, tantas que suelo verme seducida habitualmente ante la idea de tener un botón que apague mi cerebro, tal vez por eso, en mi cabeza no caben preocupaciones de mujer normal, o debe ser que en verdad no puedo hacer tantas cosas bien a la vez. Apesto definitivamente.

Me pesa la idea del libro que siempre quise escribir, que cuando tuve el valor de hacerlo, perdió todo el sentido. Y todo perdió el sentido, ya no había nada más que pensar, ni hacer , ni sentir, solo había que sobrevivir. Por suerte la noche te consume, los extraños te ofrecen diálogos estúpidos, algún brebaje de baja calaña, un porro, un beso o un polvo.

Recuerdo el diálogo que tuve con mi amigo en un bar barato "Ya no quiero seguir con esto" "Estoy vacio" "Ya no es entretenido" "Siempre es lo mismo" "Quiero algo que sea real, algo que me ponga tarado". Lástima, que luego de un pisco callejero, algún ser humano que se unió a nuestra celebración que no tenía nada que celebrar, todo volvió a ser exactamente igual que antes.