sábado, 16 de octubre de 2010

Felipe.

Te conocí en una fiesta, año 2005, tenía 16 años y tú 21. Discutimos, te disculpaste, caminamos hacia mi casa, me abrazaste y saliste corriendo.
Un día, algo así como un mes después, mi padre entra con el rostro medio desfigurado, y me dice que alguien me busca afuera, eran las 21:30 aproximadamente. Salí, eras tú, cerré la puerta y te pedí que nos fuéramos a otra parte (claro, si mi madre te hubiera visto así…). Estabas borracho (claro, era viernes) y con algo de esfuerzo, de tu bolsillo sacaste una flor de alambre un tanto chueca, dijiste que la habías hecho para mi, y como para probarlo, sacaste el alambre y un alicate, además, del otro bolsillo sacaste una pelota saltarina, transparente y con estrellitas de colores por dentro, también era para mí. Te di las gracias y noté que a pesar del alcohol, seguías siendo muy guapo, aunque no te lo dije.
Caminamos hacia una plaza (aquella donde jugaba cuando pequeña, donde me leyó el tarot un amigo, donde reí, donde morí, donde me fumé algunos cigarros, donde me columpié, donde lloré…), cerca del lugar, nos detuvimos en una esquina, me diste la mano, un auto venía por la calle, te arrojaste hacia él conmigo, el conductor nos frenó muy cerca, te pusiste a reír y el tipo nos tocó la bocina, me asusté, solté tu mano. Te pusiste a correr y dijiste que te siguiera, corrimos, llegamos a nuestro destino y nos sentamos en el muro de piedra. De tu chaqueta, sacaste una cajetilla, la que solo contenía un cigarro corriente, arrugaste el empaque y lo tiraste al pasto.
No recuerdo bien que nos dijimos, pero viste mi tatuaje y dijiste que querías hacerte uno, además de asegurar que los pezones con aros eran muy bonitos, el cigarro se consumió y debías partir a continuar la fiesta, sin antes ir a dejarme a mi casa, al llegar me diste un abrazo y saliste corriendo, por segunda vez te veía correr en la misma dirección.
La siguiente vez, fue para año nuevo, tenía 17 años y tú 22, de casualidad te vi, donde todo el mundo se encuentra, ya no estabas tan borracho, tenías un vaso verde en la mano, y una cajetilla llena de cigarros no corrientes en la otra, me diste uno, lo fumé, tenía que irme, nos besamos, me pediste que me quedara contigo, no podía y nos despedimos.
Algo así como 6 meses después, me subí a la micro, cansadísima del Pre, con uniforme de colegio y cara de amargada, alguien me agarra del brazo, eras tú, me senté a tu lado y conversamos, dijiste que dejara de amargarme, que me vistiera de color, que me llenara de color, como tus pulseras… no recuerdo que te dije, pero debe haber sido algo medio nihilista, daba igual, ya había llegado a mi destino, adiós, hasta luego y toqué el timbre para bajarme.
En diciembre de ese año, fue la última vez que te vi, cuando andaba reconociendo salas para rendir la PSU, tenía 18 años y tú 23, acompañabas a un muchacho, al parecer todo andaba más o menos bien en tu vida, aunque supongo que seguiste corriendo, ya no con tus piernas, si no que con tu cabeza.
Por cosas de la vida, te encontré en Facebook, tenía 20 años y tu 25, no hay más que agregar.

jueves, 7 de octubre de 2010

Plusvalía

Enseñarte lo que era la Plusvalía en términos Marxistas me demandó no mucho esfuerzo, cuando en medio de la nada, te preguntaba si recordabas lo que era, y tu decías que no, enredaba mis dedos en tu pelo,y luego, los bajaba por tu nariz diciendo " Era la ganancia obtenida por los capitalistas mediante la explotación del proletariado".

Lo recordarás por estos días?