jueves, 20 de agosto de 2015

You don't know where to draw the line.


Es como pararse en el medio del campo, con el sonido de la naturaleza y los aromos floreciendo sin previo aviso.
La oficina, el papeleo y tus actitudes que no logro entender.
Algo así como seguir haciendo el esfuerzo de mantener un status quo que no tiene sentido con tanta tierra de por medio.

Me pongo los audífonos y el Hopes And Fears me vuela los sesos, como cuando cantamos We might as well be strangers y repetiamos for all i know of you now, for all i know...
De repente por fin pude entender Nothing in my way (for a lonely soul, you´re having such a nice time) y Bedshaped... mi voz se fundió con la de todos, mientras nos preguntábamos qué podiamos saber. Pues todo, lo sabemos todo.

martes, 18 de agosto de 2015

Don´t bite me


Yo no pregunto cosas cuya respuesta es algo que no quiero escuchar. Bueno, casi nunca lo hago.
Es una ley de vida que aprendí cuando era adolescente y adolecía demasiado. Adolecía tanto que se me escapaba entre la piel.

Hoy soy adulta, hay sol pero hace uno de los peores fríos que he sentido en la vida. Estoy particularmente asustada del cálculo que no hice, por el control que se me ha ido diluyendo entre los dedos, la pereza que tengo y las obligaciones de las que rehuyo.

Pero saldré de esta, he salido de cosas bastante peores.

sábado, 1 de agosto de 2015

Home

El viento corre frío y en círculos dentro de la habitación de madera.
Como siempre le ruego al cielo por 10 minutos más, los cuales son sólo 10 minutos cronológicos en mi propio sistema de medición del tiempo. Me duele la rodilla izquierda y tengo que girar de un lado a otro, me pongo en posición fetal y me recuerdo que debo ir al médico, esto es otra tendinitis en potencia.
Y vuelvo a pelear con el teléfono, apretar la pantalla o deslizarla, la primera decisión del día. De nuevo miro al cielo y me recuerdo de lo afortunada que soy por no cumplir horarios, bueno, no siempre. Pero estoy en plan de ser positiva e intento que no se me olvide.

Poner un pie fuera de la cama siempre es una lucha y es que como tu muy bien dijiste, ese es mi espacio por naturaleza, mi zona de seguridad. Nada que ahí no se pueda solucionar, en mis propios 10 minutos.

Salgo, camino, siempre hace frío y de un momento a otro las manos se me congelan. Nada fuera de lo común, debo llevar toda mi vida lidiando con eso. Rojo, morado, café, blanco y agrietado.

Se escucha el ajetreo de la calle, autos, niños. Ni  parecido al de la urbe, el ajetreo perfectamente podría ser un día de silencio absoluto en los otros lugar. Y vuelvo a sentirme agradecida, de renunciar y de confiar en mis decisiones. Sin importar las consecuencias, siempre confío y agradezco (si supiera sánscrito esto perfectamente podría ser mi mantra).

Ducha, desayuno y salgo a la calle. Se siente el frío en la nariz, las manos y los pies, me deslizo a todos los vestigios de sol que encuentro, solo para descubrir que por lo general son una estafa y está tan frío como debajo de los árboles. Pero no importa, me consuela pensar que el frío es mejor que el calor y vuelvo a pensar en que es maravilloso experimentar otros climas, en el desafío que implica acostumbrarme a el y me vuelvo a sentir feliz de estar aquí.

Camino y saludo, sonrío y mantengo conversaciones breves. Me recuerda algunos viajes, donde te saludas en diferente idiomas, o simplemente te sonríes. Es inevitable dejar de odiar. 
Siempre reparo en los colores  que va tomando la comuna, mi favorito era el festival de tonalidades otoñales regadas por el sueldo, un espectáculo sublime, el cual contemplaba en primera fila.

Por favor, déjenme recordar todo esto siempre.